1. El cuento de el ratón humilde y águila altiva

Había una vez, en lo alto de una montaña cubierta de bosques y prados, un ratón humilde llamado Remi y un águila altiva de nombre Alana. A pesar de vivir en el mismo lugar, estos dos animales tenían perspectivas muy distintas de la vida. Mientras Remi era agradecido y apreciaba las cosas simples de la vida, Alana se enorgullecía de su posición y fuerza, despreciando a los demás animales.

Remi vivía en una acogedora madriguera cerca de un arroyo, rodeado de árboles frondosos y flores silvestres. A pesar de su pequeño tamaño, Remi tenía un corazón enorme y siempre estaba dispuesto a ayudar a sus amigos y vecinos. Los demás animales del bosque lo querían mucho y disfrutaban de su compañía.

Por otro lado, Alana habitaba en un nido ubicado en la cima de un árbol gigante, desde donde podía vigilar todo el bosque y sus habitantes. Su majestuosidad y habilidades para cazar eran indiscutibles, pero su actitud altiva y soberbia alejaba a los demás animales, quienes la respetaban pero no la consideraban una amiga cercana.

Un día, mientras Remi estaba recolectando semillas y frutos secos para su almacén de invierno, se encontró con una ardilla anciana llamada Eloísa. Ella le contó que, debido a su edad, le resultaba cada vez más difícil recolectar comida para el invierno y estaba preocupada por no tener suficiente para sobrevivir. Remi, conmovido por la situación de Eloísa, decidió compartirla con sus amigos y vecinos para ver si podían encontrar una solución.

Mientras Remi y sus amigos discutían el problema de Eloísa, Alana observaba desde lo alto, escuchando la conversación. Intrigada, decidió acercarse para ver si había algo que pudiera hacer para ayudar. Aunque no era común que Alana se involucrara en los asuntos de los animales del bosque, algo en la historia de Eloísa la conmovió.

Alana descendió majestuosamente hacia donde se encontraban los demás animales y ofreció su ayuda. “Soy la más fuerte y rápida de todos ustedes. Puedo recolectar comida para Eloísa en un abrir y cerrar de ojos”, dijo con seguridad. Los animales del bosque, agradecidos pero también un poco sorprendidos por la oferta de Alana, aceptaron su ayuda.

Alana voló hacia las copas de los árboles y, en poco tiempo, recolectó una gran cantidad de nueces, semillas y frutas para Eloísa. Sin embargo, al regresar con su cargamento, Alana no pudo evitar hacer un comentario despectivo sobre la debilidad de los animales terrestres, que no podían volar ni cazar como ella.

Remi, aunque agradecido por la ayuda de Alana, no pudo evitar sentirse herido por sus palabras. Decidió que era el momento de enseñarle una lección sobre la humildad. Para hacerlo, ideó un plan que involucraba a todos los animales del bosque y a un tesoro escondido.

Remi comenzó a esparcir rumores sobre un tesoro escondido en lo profundo del bosque, tan brillante y valioso que cualquier animal que lo encontrara sería considerado el más afortunado y respetado de todos. Los animales del bosque, emocionados por la idea de encontrar el tesoro, comenzaron a buscarlo con entusiasmo, y pronto la noticia llegó a Alana.

Alana, interesada en demostrar su superioridad y en encontrar el tesoro antes que los demás, comenzó a buscarlo incansablemente, volando sobre el bosque y examinando cada rincón con sus agudos ojos. Mientras tanto, Remi y los demás animales continuaron con sus vidas, observando en secreto el afán del águila por encontrar el tesoro inexistente.

Pasaron semanas, y Alana no mostraba signos de agotamiento ni desánimo. A pesar de no haber encontrado el tesoro, su determinación solo aumentaba. Remi comenzó a preocuparse, temiendo que su plan pudiera haber ido demasiado lejos.

Una tarde, cuando Alana estaba volando en círculos sobre el bosque, notó algo brillante en el lecho de un río. Descendió rápidamente para investigar y, para su sorpresa, encontró una piedra preciosa de color azul intenso. Con gran entusiasmo, Alana tomó la piedra en sus garras y voló hacia el lugar donde se encontraban Remi y los demás animales.

“¡Lo encontré! ¡He encontrado el tesoro!” gritó Alana con orgullo mientras mostraba la piedra a los demás animales. Remi y sus amigos se miraron entre sí, desconcertados, pues no esperaban que Alana encontrara algo durante su búsqueda.

Al ver la reacción de los demás animales, Alana comenzó a sospechar que algo no estaba bien. “¿Por qué todos parecen sorprendidos?”, preguntó con desconfianza. Remi decidió confesar la verdad y le dijo a Alana que el tesoro era en realidad una invención para enseñarle una lección de humildad.

Alana, furiosa al principio, se sintió humillada al darse cuenta de que había sido engañada. Sin embargo, al mirar la piedra preciosa en sus garras, comenzó a reflexionar sobre sus acciones y su actitud hacia los demás animales. A pesar de haber sido engañada, Alana había encontrado algo valioso en su búsqueda.

La piedra preciosa le recordó a Alana que, a veces, lo que buscamos no se encuentra en la grandeza y la superioridad, sino en la humildad y la conexión con los demás. Alana se disculpó con Remi y los demás animales por su altivez y prometió ser más humilde y amable en el futuro.

Con el tiempo, Alana cambió su actitud y comenzó a valorar a los demás animales por sus cualidades y habilidades, en lugar de despreciarlos por sus debilidades. Remi y Alana se convirtieron en amigos cercanos, y juntos enseñaron a los demás animales del bosque la importancia de la humildad, la empatía y el respeto mutuo.

La montaña y sus bosques y prados se volvieron un lugar más armonioso y feliz. Los animales aprendieron a trabajar juntos y a apoyarse mutuamente, sin importar sus diferencias. Alana, con su fuerza y habilidades, ayudó a los demás animales en momentos difíciles, mientras que Remi, con su sabiduría y humildad, se convirtió en un líder espiritual y consejero para todos los habitantes del bosque.

La piedra preciosa, símbolo de la lección aprendida, fue colocada en un pedestal en el centro del bosque, donde todos los animales podían verla y recordar la importancia de la humildad y la colaboración. A medida que pasaba el tiempo, el bosque floreció, y sus habitantes vivieron en paz y armonía, compartiendo sus habilidades y cualidades para el bienestar de todos.

Y así, el ratón humilde y el águila altiva aprendieron que la verdadera riqueza no reside en la superioridad sobre los demás, sino en la capacidad de reconocer y valorar las cualidades de cada ser viviente. Juntos, transformaron su hogar en un lugar donde todos eran respetados y apreciados por lo que eran, y donde la humildad y la altivez se fusionaron en una perfecta armonía.

A través de su amistad y colaboración, Remi y Alana demostraron que incluso las diferencias más notables pueden ser superadas cuando se trata de ayudarse y aprender los unos de los otros. Su historia se convirtió en una leyenda en el bosque, enseñando a generaciones futuras la importancia de la humildad, la tolerancia y el amor incondicional.

Los animales de aquel bosque recordaron siempre la lección que Remi y Alana les habían enseñado. Y en las noches estrelladas, cuando el viento susurraba entre los árboles y la luna iluminaba la piedra preciosa, los animales se reunían alrededor de ella y compartían historias de amistad y solidaridad, asegurándose de que la sabiduría de ratón humilde y águila altiva redimida perdurara por siempre en sus corazones y en el bosque que llamaban hogar.

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